Cada uno estamos en el lugar que el Señor quiere que estemos. Nos pone al lado de la gente a la que debemos ayudar por distintos motivos. Es bueno que alguien te recuerde ciertas cosas que en ocasiones olvidamos. Mirándote hoy fijamente y preguntándote tantas veces el porqué, me he dado cuenta que la pregunta estaba mal dirigida, era quizás un cómo y un gracias. Leía en el oficio que no es lo bueno lo que te hace crecer y progesar, sino que son las tentaciones lo que te hace acercarte al Señor cuando encuentras la fortaleza para vencerla; a pesar de ello, es Jesús el que nos da la mano cuando no podemos vencerla y caemos en ella. Está a nuestro lado diciéndonos una y otra vez que no pasa nada y que nos espera de nuevo con los brazos abiertos.
Soy muy débil Señor, insignificante como es hoja que el viento arranca del árbol. Pero me torno fuerte como su tronco cuando me refugio en tus brazos y me dejo embriagar por tu gracia. Gracias por estar a mi lado cada instante y gracias por poner a mi lado a aquel que comparte el dolor como si fuera suyo.