Hoy alguien no tenía mucha fe de como terminaría mi tarde, para su asombro le diré que estoy en la capilla donde se rezan vísperas en una gran intimidad con el Señor y donde las palabras fluyen con gran facilidad. Hoy parecía un día de continuas preguntas, de esas que en tu cabeza hacen eco y daño, que eran consecuencia de una noche complicada. Cuando te sientes sola, en esa soledad buscas el consuelo del Señor, el que se desvela a tu lado, que sabe lo que sufres, y sabes que en ese momento necesitas de su presencia silenciosa. También está nuestro cireneo que nos apoya incondicionalmente pero que al que a veces le tienes que liberar de carga porque bastante tiene con la suya. Ayer fue una noche de esas que me costó liberarlo.
Hace tiempo comprendí que la felicidad no es un estado de euforia perpetuo y que en esa felicidad los momentos amargos también tienen su hueco, y que no todo es lo que parece. Hay momentos que me planteo si no se amar bien porque no sé amar como el resto de la gente, siempre amo de tal forma que acabo haciéndome daño. Hoy sentada frente a tus pies y manos ensangrentadas pienso en la forma que nos amaste, lo que sufriste y lo que padeciste por salvarnos. Ninguno lo merecíamos, pero tú no te rendiste y decidiste tendernos la mano y ofrecernos la libertad, mostrándonos el camino, la verdad y la vida. Ahora somos nosotros lo que decidimos si nos agarrarnos a ella o caernos sin frenos por el precipicio.
Hace tiempo comprendí que la felicidad no es un estado de euforia perpetuo y que en esa felicidad los momentos amargos también tienen su hueco, y que no todo es lo que parece. Hay momentos que me planteo si no se amar bien porque no sé amar como el resto de la gente, siempre amo de tal forma que acabo haciéndome daño. Hoy sentada frente a tus pies y manos ensangrentadas pienso en la forma que nos amaste, lo que sufriste y lo que padeciste por salvarnos. Ninguno lo merecíamos, pero tú no te rendiste y decidiste tendernos la mano y ofrecernos la libertad, mostrándonos el camino, la verdad y la vida. Ahora somos nosotros lo que decidimos si nos agarrarnos a ella o caernos sin frenos por el precipicio.