Así somos las personas nos preocupa más lo nuestro que lo de los demás, por eso nadie se acercó para ayudar a ese pobre enfermo a que se bañara en esas aguas de Betesda. Pero Jesús que siempre tuvo tiempo para todos, se paró y le preguntó si quería sanar, quizás solo él supo leer entrelineas y mirando a través de sus ojos, entendió que no era lo más importante su enfermedad corporal. Siempre ha sabido escuchar, consolar y acompañar. Así lo he sentido esta tarde en la capilla cuando llorando sin cesar sentía que sus brazos me abrazaban. Cuando necesitas un hombro amigo al que ceder peso porque no puedes llevar tanto lastre ahí está Él. Por lo menos sabes que ya no lloras en la soledad absoluta. Después de abrirle mi corazón también he cogido mi camilla y me he ido, a esa uno no se puede ni se debe renunciar, forma parte de nuestra vida...Hay cruz sin Cristo pero no hay Cristo sin cruz.
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