Señor me da vértigo pensar lo amada que me siento por Ti, eres la luz que alumbra mi oscuridad, y así lo sentía esta tarde en la Eucaristía. De repente he empezado a sentir un gozo inefable que llenaba mi corazón de alegría; he sentido una felicidad indescriptible, comparable con nada y me ha emocionado comprobar lo terriblemente afortunada que soy Señor, lo poco que te doy las gracias cada día y lo mucho que me quejo por todo. Sé, Señor, que todo lo que ahora mismo soy te lo debo a ti, no quiero desviarme de tu camino, deseo con todas las fuerzas que me hagas pequeña como ese granito de mostaza, con un corazón humilde que sea capaz de aguantar cualquier dolor, cualquier afrenta y que solo tema separarme de tu voluntad y de tu amor. Gracias Señor por amarme y hacerte tan visible en mi corazón.
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