Empieza una semana especial, es Lunes Santo. La gente por aquí anda revuelta; todos están preocupados por si llueve y no pueden salir "sus vírgenes" y demás pasos. Su virgen es la mejor, o su cofradía es la que más cofrades tiene. Dice el otro día el párroco, que la Semana Santa va en picado aquí. Cuando llega la noche de la Vigilia Pascual no hay casi nadie en comparación con el Domingo de Ramos que estaba la Iglesia llena, ¿por qué será? Cada uno que saque sus propias conclusiones. El año pasado y después de mi conversión experimenté la noche más increíble del año, era esa, el sábado por la noche. Mi corazón palpitó con cada acontecimiento que allí ocurrió, la Iglesia a oscuras cuando se leía el Antiguo Testamento, y como la luz entró en ella con la llegada de Cristo, la renovación de los promesas...bueno un sin fin de detalles que me hicieron vivir una noche increíble. Viví cada acto de forma especial, cada día descubría algo nuevo. Pero sabéis, me di cuenta que todo lo que llenaba mi corazón estaba de puertas para dentro de la Iglesia, y que lo de puertas para fuera seguía teniendo poco interés. No quiero decir que lo otro no se haga para Dios, supongo que es como el Evangelio de hoy, Marta y sus ungüentos que embellecían a Cristo.
Todo lo que se hace por y para Dios tiene importancia, el problema es cuando lo que haces se convierte en el centro de tu relación con Dios, cuando de verdad debe de ser un medio para acercarte a Él. ¿Por qué perfumó Marta los pies de Cristo, para dejarlos bonitos o para acercarse a Él? Esta es la clave de todo. Lo que haces debe servirte para acercarte a Dios, si es un fin en sí, déjalo, le está quitando el sitio a Él, y se convierte en un ídolo adorado por ti.
Vamos a preguntarnos por qué hacemos las cosas y para quién, y después si nos hacen intimar y conocer más al Padre. Eso te pido a todas horas, Señor que cada acto de mi vida me acerque a Ti para así convertirte en el centro de mi vida, de tal forma que todo fluya de Ti y hacia Ti.