Hace tiempo que llevo dándole vueltas a lo que poner en una pared vacía, donde colgaba un póster que quité, una de tantas cosas que cambiaron como cambió mi vida al encontrarme con Jesús. Siempre me ha fascinado ese Evangelio y esa afirmación de Jesús: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente, con todo tu ser.”. En el libro de Deuterenomio ya se lo decía Moisés al pueblo: "El Señor nuestro Dios, es solamente
uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma,
con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se
las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de
camino, acostado y levantado."
Me encanta la forma de expresarse del segundo pero me fascina como lo dice Jesús en el Evangelio de hoy, y ¿sabéis por qué? Jesús vino a dar plenitud a lo escrito en el Antiguo Testamento, pero además de cumplir lo que allí había prometido Dios, superó esas Escrituras, mejorando aquello, que con su venida no tenía sentido. ¿Cómo se iba a defender el ojo por ojo? Él mismo iba a morir en la cruz para salvarnos diciendo de todos aquellos aquellos que participaron de ese acto tan cruel: Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen.
Por eso a esa frase maravillosa donde nos interpela a Escucharlo como primer paso para amarlo, añade: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
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