Las relaciones cambian entre las personas, el mundo en constante movimiento y eso nos hace movernos a nosotros a tal velocidad que a veces tropezamos con otras personas, y otras veces dejas de tropezar y coges otra dirección. Dice el Evangelio de hace unos días que no hay nada escondido que no llegue a descubrirse. Siempre me ha impactado esa frase.
He entrado a tu casa inquieta, a veces hacer algo raro como normal no es tan fácil, tenía ganas de contártelo, también contarte otras inquietudes, miedos, y a darte gracias, millones de gracias por cada momento del día en que me has asistido. Por ese pequeño amanecer de Emaús al que asisto con mucho miedo y expectación. Después de tomarte Señor he sentido algo extraño, como un gozo interior que ha levantado mi corazón hacia ti. Gracias de nuevo porque no te merezco.
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