«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.»
Estad en vela dice el Señor, hace días que me
noto dormida, ha sido una semana difícil en la que en casi ningún momento he
estado a la altura, pero en la que he sido realmente consciente del sentido de mi vida. El camino que se recorre junto a Jesús, no tiene retorno, y una vez
que te dejas seducir por Él, ya toda tu vida y tu percepción cambian. Aún me
pregunto, ¿Cómo puedo haber cambiado tanto en tan poco tiempo?. La cuestión es
simple pero a la vez complicada, cuando inicias el camino, te das cuenta que lo
que antes parecía normal: un gesto, una palabra, una opinión...ahora no puedes
hacerlo, porque tu vida te ha dejado de pertenecer, pertenece a Cristo, y tu
mente deja de pensar con la visión y los criterios de los hombres y pasa a que
su centro esté en lo divino.
Son días complicados en los que no
estando en gracia, te das cuenta de lo importante que es para el equilibrio
espiritual estar en paz con Él. Cuando sientes que le has ofendido no puedes
evitar cierta inquietud. Creo que es muy importante no dejar mucho tiempo en
volver a reconciliarte con Jesús. Me explico, una vez que sabes que has hecho
algo mal, inconscientemente todo viene rodado, pierdes tu equilibrio interno, y
empiezas a meter la pata una y otra vez, y te encuentras en una espiral de la
que solo la mano de Dios te puede salvar. Esto es lo que me ha pasado a mi
estos días. El encontrarme ante una situación para mi hostil, y adversa que
superaba mis fuerzas me llevó a un situación de descontrol en la que la culpabilidad
quizás también pesaba como una losa de piedra. Ahí aparece la figura del
demonio, que está alerta como esta tarde para recordarme mis debilidades,
atacando en ellas y queriendo que me revele y deje a Jesús solo con la cruz.
Hace tiempo que me di cuenta que no
estaba sola y que era Jesús quien me acompañaba, por tanto, revelarme contra la
voluntad divina, era dejar a Jesús, recorriendo solo con su cruz, el camino
hacia el Calvario. Ninguna cruz ni sufrimiento puede asemejarse al que padeció
Él por nosotros, "No hay amor más grande que dar la vida por tus
amigos". Hoy me acordaba de la frase que dijo Jesús justo antes de su
agonía, lo hago muchas veces cuando algo me atormenta, y aunque sé que mi sufrimiento
no se puede comparar al que padeció Cristo en la cruz, en esos momentos, me
alivia mucho:
"Padre, si quieres, aparta de mí
ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya"