Hoy es un día muy especial, la capilla permanece abierta desde las 8 de la mañana hasta mediodía. Antes de que abrieran ya estaba allí, tenía que hacer muchos recados pero todo es secundario al lado de Dios. Es maravilloso rezar Laudes delante del Santísimo, y es algo que muy pocas veces puedo hacer. Allí parece que el Señor está más cerca, que la lectura del Evangelio del día te dice mucho, y es que ¿Cómo no va a ser así? ¡Está el Señor presente!
Me decía algo precioso, ¡No tengas miedo!, y es cierto lo que dice, cuando Dios está en tu corazón nada ni nadie puede apartarlo, nadie puede matar tu alma. Eres tú el que decides si entra y el que decides expulsarlo. Yo no puedo expulsarlo, he caído rendida a sus pies, tanto, que me cuesta no hablar de Él a todas horas ni hacer cosas por Él. Una vez que subes a la montaña, descubres donde está el sentido de tu vida y el Padre te abraza, te cuesta volver a bajar a los pies de la montaña, donde todo te parece carente de sentido pero que es donde el Señor quiere que nos santifiquemos y nos preparemos para la vida eterna. Es en el mundo terreno donde ayudamos a Dios a construir el Reino de los Cielos.
He terminado los recados, pero no podía volver a casa sin pasar otra vez a saludarle, esta vez a contemplarlo, porque la fuerza que irradia es la misma que me hace levantarme todos los días...¡Mi espíritu madruga por ti!
Allí alguien no paraba de leer y leer, son distintas formas de adorarle, yo no podía parar de mirarle, me inunda con su amor.
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