Siempre me entusiasman los jueves, son días de Exposición y en ella en Señor te dice muchas cosas y te transmite muchas sensaciones. Se me pasan los 20 minutos volando, me parece imposible. Es como si solo hubiera pasado 1 minuto. Esta semana me he dado cuenta de algo. Siempre he sido muy observadora, pero era como si el Señor me animara a ver con los ojos del alma a la gente con la que me cruzaba. Es un don maravilloso, ser capaz de ver las cosas buenas incluso de esa gente que no nos cae bien. La verdad es que hacía tiempo que se lo pedía. Cuando te abres a las personas y sales de ti misma, aprendes que el dolor tiene que ser compartido para ser entendido. El lunes tuve la suerte de compartir el dolor con una chica desconocida que lloraba en la catedral. Otro día con una alumna que me decía que su padre se quedaba en silla de ruedas....bueno podría seguir pero no es la cuestión. Hasta que hoy no lo he pensado no me he dado cuenta que es maravilloso poder salir del egocentrismo de uno mismo y compartir el dolor de alguien que le hace falta. No hay mayor muestra de amor que esa, regalar tu tiempo a los demás. Ser menos Epulón, para acercarte a Lázaro y curarle sus yagas...
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