A raíz de las conversaciones con una persona me doy cuenta que a todos nos pesa mucho las camillas y preferimos pensar que libres estaríamos sin ellas y lo ligeros que andaríamos. Pero el problema no es la camilla, es la persona que la porta. Los hombres somos inconformistas por naturaleza, y cuando tenemos algo queremos que eso mejore o deseamos otra cosa. Pocas veces agradecemos a Dios y muchas menos le decimos "gracias por esa cruz que me acerca a la tuya". Yo hoy te pido, Señor que me ayudes a no renunciar a mi camilla y que cada día siga notando tu acción sanadora que me hace cogerla y salir andando. Aún así, te sigo pidiendo fuerzas, y te doy gracias porque hoy soy lo que soy gracias a Ti. Comenzar el seguimiento a Ti, Cristo, viviéndolo como una relación plena contigo, y no como una simple imitación, ha sido la mayor felicidad que he podido experimentar. Cada segundo soy consciente de ello, y no me basta esta vida para vivirla dándote gracias. Menos mal que el hoy es pasajero y tenemos toda la vida eterna para vivir en tu Amor.
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