No basta decir: “¡Señor, Señor!”, sino vivir de acuerdo al Evangelio. Quien se dedica solo a “escuchar” la palabra de Dios, y no hace un verdadero esfuerzo por vivirla, termina con una vida sin sentido. En cambio, quien toma el camino angosto y la puerta estrecha que conducen a la vida, encontrará la paz y la armonía interior. Y es verdad eso, una gran verdad como se suele decir, porque hoy mi paz está un poco desequilibrada, y todo porque hay días que me cuesta mucho no faltar a uno de los mandamientos más importantes de Jesús, amar a tu prójimo como a ti mismo. Cuando ante una situación concreta lo olvido, mi ánimo, mi humor y paz se difumina, y empiezo a sentir una inquietud que me cuesta quitarme de encima. A partir de entonces ya mi interior se transforma un poco, y mi mente se dispara, cosa que en mí es peligroso. Normalmente al final del día me uno a Cristo en la Sagrada Eucaristía, eso sana mis heridas; los días como hoy que algo ha alterado mi paz y no se produce este encuentro diario la inquietud tarda más en irse.
Creo firmemente que el Evangelio no es una filosofía, sino sentir a Jesús en tu corazón, lo que da lugar a un estilo de vida cimentado en el amor que es lo que llena nuestra existencia. Si lo cumples eres capaz de superar todos los obstáculos de la vida y permanecer en pie. De todas formas en la última confesión se me recordó que somos humanos e imperfectos, lo bueno es reconocer que fallamos, como yo hoy,y pedirle disculpas al Señor. Él nos entiende mejor que nadie, y no nos juzga, sino que nos perdona y nos alienta a seguir su camino.
Creo firmemente que el Evangelio no es una filosofía, sino sentir a Jesús en tu corazón, lo que da lugar a un estilo de vida cimentado en el amor que es lo que llena nuestra existencia. Si lo cumples eres capaz de superar todos los obstáculos de la vida y permanecer en pie. De todas formas en la última confesión se me recordó que somos humanos e imperfectos, lo bueno es reconocer que fallamos, como yo hoy,y pedirle disculpas al Señor. Él nos entiende mejor que nadie, y no nos juzga, sino que nos perdona y nos alienta a seguir su camino.
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