Menudo día más maravilloso. Hoy es uno de esas noches que rezando no paraba de dar gracias a Dios, y decirle, ¡Bendito seas Señor! Es cierto que Dios está vivo, y que cada día en mi vida, me da muestras de ello. Es imposible que si no fuera así, la mía hubiese cambiado tanto en tan solo nueve meses. Creo que soy afortunada, el ejemplo vivo de que Él existe, y que hace milagros, solo tienes que confiar y abandonarte en sus brazos.
Me he levantado a las 6.30 y hace una hora tan solo que aterrizo en casa. Tras una jornada de trabajo, un viaje Albacete, un examen que si no es por obra de Dios jamás hubiera aprobado, todo ha acabado mejor de lo que empezó. He ido a visitar a un sacerdote amigo, de esos con los que te cuesta muy poco abrirte y contarle tus anhelos más profundos y tus preocupaciones.
La conversación ha sido enriquecedora, consoladora, pero sobre todo, sentía que no me hablaba él, sino el Señor por su boca. Me alentaba a seguir por el camino y a no desanimarme. No sé como explicarlo, pero una hora se ha pasado en una décima de segundo. He terminado con una Eucaristía, oficiada por él, en la que solo me ha puesto una condición, "Harás las Lecturas". Todo un honor para mí. El ambiente era frío por la gente que asistía, era una misa de difunto. Allí me he dado cuenta, que esa gente, era como yo no hace mucho, que iba como una mera espectadora que veía un teatro que no tenía que ver conmigo.
En ese momento he sido consciente de lo que significa ser cristiana. Es algo simple pero a la vez complicado, reservado solo para unos pocos elegidos, entrar en intimidad con Cristo. Así me sentía yo en esa misa, "En Comunión con Cristo Sacramentado", y eso, es alcanzar la plenitud de vida, porque seguir a Jesús significa participar en su destino y entender la Revelación de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario