ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







martes, 2 de octubre de 2012


   Hay cosas que parece que las olvidé hace mucho tiempo y de repente, un día como hoy vuelven a mi memoria, y no por casualidad.  Hoy es el día de nuestros ángeles de la guarda. Yo nunca me acuerdo de pedirle nada. Es algo que oía mucho de niña, pero que lo aparqué en un parte de mi mente pensando que era algo de la infancia que te dicen para que te duermas tranquilo. Pero jamás pensé en su verdadero significado, un regalo del mismo Dios, que ha querido hacernos partícipes, ya en la tierra, de la compañía de una criatura celeste que nos recuerda al rostro del Padre que tanto anhelamos contemplar.

   Hoy no paro de pensar en él, en mi ángel de la guarda. Tras la oración de esta mañana le digo, una y otra vez: Ángel Custodio me encomiendo a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.  Ayer una  herida se abrió y está más sangrante que nunca. Debo darle gracias a Dios porque me concede la posibilidad de acercarme aunque sea de lejos al sufrimiento  de Cristo,  que nos amó y  se entregó por nosotros. Cuando recibes una noticia así sientes un dolor intenso en el corazón, como si se rompiera en mil pedazos, pero entonces me doy cuenta que mi corazón es inmensamente grande y  está lleno del amor de Dios. ¿Cómo se va a romper? Podrá ser ultrajado o pisoteado pero nunca perecerá, porque pertenece a Cristo, Él es dueño de mi alma y mi corazón.

   Necesito muchas fuerzas estos días, pero sé donde las encuentro, en la Sagrada Eucaristía, en el cuerpo y sangre de Cristo. Las refuerzo en la oración, motor de mi día a día. Todo a mí alrededor se tambalea, y siento el demonio cerca acechando pensando que en estas horas bajas podrá conmigo, ¡Pobre Diablo ignorante!, nada ni nadie me hará dejar de pensar que cada sufrimiento tiene una causalidad divina y un acercamiento a Jesús. Tampoco sabe que mi Fe esta construida sobre roca firme, y que jamás dejaré que siembre la duda en mi ser.

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