Hoy es un día muy significativo para la Iglesia , es el día del
Domund, el día de la propagación de la fe. Esos grandes misioneros que en países
distintos del mundo acercan a mucha gente al Padre. Gente
casada y soltera que siguen la labor de Jesús en la tierra, continuando la
estela de los discípulos y demostrando
que no basta una vida para dedicarla a Dios. A esas personas anónimas mi mas
sentido reconocimiento, no todo el mundo es capaz de dejar todo por seguir a
Cristo. Ya lo oíamos el domingo pasado: «Os aseguro que quien deje casa, o
hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el
Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y
hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones , y en la edad futura,
vida eterna.»
Estos son los grandes misioneros de la fe, para los que el
Padre nos llama por otros caminos, es decir, no quiere que dejemos nuestras
ocupaciones diarias por Él, pero si que quiere que vivamos en santidad cada día,
para nosotros también es el mensaje, y también debemos saber que somos
misioneros de la fe. Quizás no vayamos a países lejanos donde apenas el
cristianismo no se conoce, y donde hay una dura labor evangelizadora; pero mirando a nuestro alrededor, familia, vecinos, compañeros de trabajo, allí
también podemos contribuir a llevar a Cristo a esas personas.
Muchas veces nos acomodamos en nuestro sitio, no queremos
problemas y en muchas ocasiones callamos pensando que al decir abiertamente con
la boca grande que CREES EN DIOS, nos puede hacer daño. Ayer me senté en una
mesa de personas que eran como yo no hace mucho, no pisan una Iglesia,. Allí
tuve que decirme entre callar o dejar que mi voz se oyera. Pero en mi cabeza resonaba en Evangelio de hoy: “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”.Hablaban de lo que
era normal o no, de lo que ellas pensaban que era la libertad de expresión y de
acción. Es paradójico que la gente que más aboga por ella, sea la menos
respetuosa con los demás. Yo alce mi
voz, e hice profesión de fe, expresando el gozo que sentía yendo todos los días
a misa, y como ese momento, era el central de mi día, el más importante; que no
me importaba lo que al gente pensara sobre mí, tenía muy claro el centro de mi
vida.
Espero, que el Señor Dios, que me conoce por dentro y por
fuera, me dé las fuerzas necesarias para seguir a Cristo. Espero que aquel que juzga
los deseos e intenciones de mi corazón, me conceda la gracia de mantener y
aumentar mi confesión de fe. Le pediré la luz necesaria para que mis actos
hablen de Él y le rogaré un corazón puro y limpio para no perderme por sendas
oscuras.
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