¿Te ha dejado indiferente el Evangelio? Es imposible, si lo lees detenidamente a todos nos dice algo. Ayer por la tarde lo descubrí en la Eucaristía. No lo había leído y tras llevar unos días revuelta y confesar antes de misa no estuve muy centrada en la Homilía. Hoy he puesto mis sentidos en él. ¿Quién no padece de alguna ceguera en su vida? Quizás al echarle un primer vistazo identificamos la idea general, y la ceguera más común que asola nuestra sociedad, la ceguera en la fe. Pero padecemos de tantas cegueras en muchos momentos y problemas de la vida. Algunas son recurrentes.
Esta semana me he sentido al borde del camino pidiendo limosna. Es muy fácil decir que tengo fe, ir a la Iglesia y proclamar que "Creo en Dios", pero luego, a la hora de llevarla a la práctica en ciertos aspectos también me siento ciega, y necesito gritar al Señor "Ten compasión de mí" . Muchos me increpan para que me calle, lo hacen de formas diversas. Algunos me dicen que busque soluciones, otros, que tengo que resignarme que es lo que me ha tocado. Yo digo alto y claro, "No", ese no es el camino. El mirar con la mirada de la fe me abre los ojos al mundo, y veo la verdadera realidad. Lo que parece imposible se torna posible, "Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares".
La FE es la fuerza que ha transformado mi vida, es aquella que me dice repetir una y otra vez en mis oraciones, "Señor, cura mi ceguera". Desde que un día mi confesor me dijo que esas heridas sangrantes del alma, que te han atormentado durante años curan, no paro de pedírselo a Dios. Es la oración de sanación. No es de débiles reconocer que somos ciegos y necesitamos de su ayuda. Él que te diga que te conformes, no lo escuches, no es lo fácil a lo que aspiramos los cristianos. Puedes ser Bartimeo, que tenia una fe ciega y creyó en que Jesús le curaría, o puedes ser Pedro, que creía en un Jesús glorioso pero sin cruz.
Yo aspiro a lo primero, a creer en Jesús, a pedirle que sane mi ceguera sin renunciar a mis cruces, tampoco resignándome a sufrir. Quiero ver, plenamente, sin dejar de cerrar los ojos a la realidad, ni a la cruz. Aunque haya multitud de ciegos dispuestos a seguir siéndolo, yo quiero ver y seguir clamando al Señor. Tal vez un día en mi interior sienta esa voz que me dice "Vete, tu fe te ha salvado".
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