ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







miércoles, 11 de julio de 2012

Érase una vez

   Hoy he sentido la necesidad de volver a ese sitio donde un día me di cuenta que otra vida era posible. Allí un día el Rey mandó a un  fiero guerrero a que me defendiera de las garras de unos demonios que me tenían atormentada. Me dijo que no se separaría de mí hasta que los demonios volvieran al inframundo. Fue una lucha encarnizada, una guerra cruel, en la que se perdieron muchas batallas y en las que nos hirieron en multitud de ocasiones.

   La guerra se alargó durante meses, pero el guerrero jamás se rindió, y permaneció a mi lado intentando que no me rindiera, y prometiéndome que venceríamos a los demonios y que conseguiría ser feliz. El Rey sabía que triunfaríamos pues cada día nos mandaba  un alimento especial que nos transmitía una fortaleza que nos daba poder para luchar. Así que un día conseguimos acabar con esos demonios que quedaron custodiados en las mazmorras reales.

   Pero como en toda guerra quedan cicatrices que nos recuerdan contra qué luchamos. Hay temporadas que esas cicatrices duelen y parece ser que los demonios vuelven, pero no, es el reflejo de esas heridas que te recuerdan que no hay que bajar la guardia pues el enemigo acecha. Hoy he tenido que volver a ese lugar sin mi fiero guerrero, allí entre los rayos de sol que se colaban entre las copas del árbol me ha recordado el Rey que estando a su lado no tengo nada que temer, que los demonios están en las mazmorras y que jamás los dejará escapar, pero que el miedo puede hacer ver lo que no existe. Confiaré en mi Rey, ya que nunca falla y me apoyaré en su fiel guerrero cuando el miedo me invada.

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