ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







miércoles, 26 de septiembre de 2012

Un Año Después

   Ayer fue un día muy especial para mí, hace un año que empecé tímidamente mi acercamiento a Jesús. Era un domingo, me acuerdo que bajé empujada por algo que no lograba entender. Hacía días que dentro de mí brotaba una inquietud que me llamaba a acercarme a una Iglesia, sentía una llamada muy fuerte. Me senté en el primer banco, esperando confesar. La verdad es que fue raro, porque cuando iba camino de la Iglesia no pensaba en hacerlo. Pero al entrar allí, el ambiente me resultaba muy familiar. Se acercó el sacerdote y me preguntó si deseaba confesar y le dije que sí. No iba nada preparada para enfrentarme a ello, pero creo que en ese momento no era yo la que hablaba, sino Cristo hablaba por mí.

   Me acuerdo de esas primeras misas como si fuera ahora mismo. Eran momentos de profunda angustia, la mayoría de las Eucaristías me las pasaba llorando. Creo que era mi forma de decirle, que estaba allí, al borde del precipicio y que no sabía lo que tardaría en despeñarme. Es extraño hablar de esto porque en mi mente parece que hayan pasado muchos años, casi diría que un siglo. Lo que empezó así, continuó convirtiéndose en una necesidad, a medida que los días pasaban me daba cuenta de la necesidad de ir a misa todos los días. Sentía la fuerza que me transmitía, aunque no comprendía nada. Así me pasó con la oración, no era consciente de la necesidad que sentía de hablar con Dios hasta que empecé a hacerlo. Sin darme cuenta se convirtió en el motor que hacía que me levantara por las mañanas.

   No sé si como dice mucha gente me he caído del caballo, ni tampoco sé porque el Señor se fijo en mí, y no en otra persona. Lo que sí sé es lo que ha cambiado mi vida en este tiempo. Tenía todo en la vida para ser feliz: un marido al que amaba con locura, una familia que siempre me apoyaba y un trabajo que adoraba. A pesar de ello me sentía rota por dentro e incompleta. Cuando en mi vida los obstáculos y las pruebas comenzaron a surgir, de repente sentí que no podía con ellos. Y es que me empeñaba en esquivarlos en lugar de enfrentarme a ellos. Solamente cuando entendí que faltaba lo fundamental en mi vida, fui capaz de alcanzar la verdadera felicidad. Solamente cuando dejé que Jesús entrara en mi corazón y me entregué a Él, solo así, comprendí el sentido de mi existencia. Gracias Dios Mio, porque muchos fueron los llamados pero pocos los elegidos. 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Luces en la Oscuridad

   Hay signos que se repiten en los textos y que marcan nuestras creencias. Yo siempre me quedo con el agua, la luz de una vela, el pan y el vino. Son esenciales en la mesa de un altar. Si unes esto a la Palabra de Dios y la presencia de uno de sus pastores, ¿Qué más necesitas? Hoy el Evangelio nos compara con una lampara de aceite, con la luz, esa que está presente siempre ante el Sagrario y en la mesa del altar. Hay algo que a mí personalmente me asombra. Como cambia el altar cuando es iluminado. Aunque si me tengo que quedar con una imagen, me quedo con la Iglesia apagada y solo la luz del Sagrario, si no lo habéis experimentado, intentarlo, es un ejercicio de introspección total.
   Cuando veo las velas iluminadas no puedo más que pensar que yo soy una de esas velas. No hace mucho, casi un año, apagada, nada ni nadie hacía que diera luz, no tenía cera, el producto necesario que hace que la vela se encienda y se mantenga encendida. Era un objeto inservible. Después llego Cristo a mi vida, se convirtió en la cera que me permitió arder o en el aceite que le hacía falta a esa lampara para iluminar. Y de repente la oscuridad desapareció y se tornó claridad. Me prometió felicidad pero a cambio de sacrificios y renuncias. Hasta entonces pensaba que lo tenía todo y no entendía como podía ser el ser más infeliz de la tierra. Después empecé a seguir a Jesús, y me hablaba de aceptar las cruces y seguirlo, que el sufrimiento es algo maravilloso si lo ofreces. Pensé menuda propaganda para tener seguidores. 

   Pero comencé a dejar que su Palabra calara en mi alma y mi corazón, dejé que su cera encendiera mi llama. Comprobé por mi misma que es maravilloso aceptar los lances que la vida te da, sin intentar frenarlos, sino dejando que Cristo me ayudará. Y no sé como, caí rendida a sus pies. Es extraño, pero me enamoré perdidamente. Y como la lámpara de ese texto, no puedo sentirme más que afortunada y agradecida, porque soy luz encendida por Jesús para llevarla al resto del mundo. Confío en no defraudarle y no dejar de cuidar esa llama que solo de mí depende que siga dando luz a la humanidad.




martes, 18 de septiembre de 2012

Levántate

   Entro en el Instituto, son las 8.20, sé que el día no va a ser fácil. Con todos los cambios y el inicio del nuevo curso todo el mundo anda alterado de un lado a otro, nada ni nadie estamos en nuestro sitio, todos desubicados y los alumnos con pocas ganas de empezar a trabajar. En medio de ese caos yo me siento segura. He empezado mi día con una buena charla y oración con el Señor. Es el mejor momento del día, cuando el alba despunta y el silencio domina las calles, en medio de esa tranquilidad, es donde mejor puedes concentrarte en tu encuentro diario con Él.
   
    Entro al aula, y me quedo mirando a los chicos, y pienso, ¡Dios Mío, ayúdame! No me da miedo enfrentarme a ellos, lo que me da pánico es fallarles, no estar a la altura. Este año me ha tocado un grupo complicado, son 16 alumnos con necesidades educativas especiales. Entre ellos tengo a cuatro marroquíes, un rumano y una chica hiperactiva medicada. El Señor me ha regalado un gran reto este curso, tienen niveles de conocimiento muy dispares y no sé como enfocar mis clases, pero siento la fuerza de que Él me da cada día. Me paso dos horas seguidas explicando algo muy sencillo, pero les cuesta mucho, las voces resuenan en el aula precisando mi ayuda, y pienso que no voy a poder. De repente, Jesús me susurra en mi oído, "Te lo digo a ti, levántate". Han habido varias veces que me he sentido tentada a perder la paciencia y faltar a la caridad, solo la firmeza y la serenidad que he intentado exteriormente transmitir, puede provenir del amor desmesurado de Cristo.

   Llego a casa a las 14.50, entro por la puerta sin apenas fuerzas, mi mente está colapsada. Después en la Iglesia todo cambia, siento que el me entiende y me escucha, no hubiera podido sobrevivir de otra forma a este día. Todo cambia. al terminar la Eucaristía.  El sacerdote nos desea algo que he notado todo el día, y que llevo sintiendo desde hace mucho tiempo: "Que la fuerza del Sacramento que hemos recibido nos acompañe, y no el sentimiento, que es algo efímero". Así sea.



domingo, 16 de septiembre de 2012

Niégate y Ves

 
   Un ejercicio de confianza, un salto al vacío o un paso de fe. Eso es lo que me sugiere una de las Lecturas de hoy o el Evangelio. Dice Isaías "El Señor me ayuda, ¿Quién me condenará?. Dice el Evangelio "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". 

   El Evangelio de hoy viene muy relacionado con la lectura de Isaías . En la lectura se nos pide que confiemos en el Señor, y que no temamos a nada ni a nadie, que si sabemos que Jesús está de nuestro lado a nada vamos a temer. No nos importará condena alguna. No nos preocupará obstáculo alguno. Creo que yo más que nadie, conversa "radical" en el seguimiento a Cristo puedo ser claro ejemplo de que no hay nada de exagerado ni nada de mentira en lo que el profeta Isaías dice. Hasta hace un año he vivido siempre preocupada por el mañana y por lo de ayer. Esta actitud es difícil de corregir. Solo con Jesús en mi corazón estoy consiguiendo superar esa gran angustia diaria en la que vivía y he aprendido que solo cada décima de segundo de mi vida es lo realmente importante, y que solo Él sabe y tiene claro la razón de nuestro mañana.

   Y ahí viene la prueba de fuego y el salto al vacío que nos pide Dios. Si realmente me amas y piensas que estoy aquí no temerás nada ni dudarás de nada. Nos pide que le amemos y confiemos en Él hasta el extremo. Ese extremo es lo que viene en el Evangelio de hoy, en las dificultades aceptas las tuyas sin quejarte, te abrazas a Jesús y sigues tu camino. Hay personas que la fe les viene impuesta, entonces llega un momento de su vida que ante un problema o un acontecimiento no sienten a Dios, piensan que les ha abandonado, quizás su fe solo era "una costumbre adquirida". A las personas como yo, que hemos amado a Jesús a partir de una cruz muy pesada que no podíamos llevar, que nos ha rescatado del precipicio y nos ha enseñado el camino del Calvario y como soportarlo. Esos ya sabemos que a Jesús se le ama más en las adversidades. Podemos tambalearnos, pero ya hemos tocado fondo y el nos ha rescatado cuando ni nos imaginábamos la grandeza de su amor.

   Te pido Señor que sea capaz de responder en cada momento y circunstancia a la pregunta quién eres y que siempre seas Tú el que reconstruyas las partes rotas de mi alma, yendo hacia ti con mi cruz y dándote gracias por ellas. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Hijo Mayor (II)

   ¿Qué es lo que hay en cada uno de nosotros del Hijo Mayor? Sigo analizando ese libro tan especial, y cada vez que avanzo me fascina más. Normalmente lo más llamativo de esta parábola es sin duda la actitud del Hijo Menor, el gran arrepentido, y el gran perdonado. Ese Padre que con su actitud muestra su benevolencia y misericordia, ese abrazo de dulzura, perdón y recogimiento. Del Hijo Menor si sabemos que para él hubo un final feliz, erró, pecó y pidió perdón. Jamas me había fijado tanto en la figura del Hijo Mayor.

   Para él, no hay un final feliz, no sabemos como acaba ese rencor y envidia por la vuelta de su hermano y la fiesta que allí se celebró. Esa prepotencia de saber que es el bueno y para el no hay reconocimiento. Porque al fin y al cabo, al igual que nos pasa muchas veces a las personas, buscamos ese gesto de gratitud cuando hacemos algo. Pero no nos damos cuenta que la finalidad de nuestra vida y el salto de fe de nuestra alma debe ser el amar sin esperar ser amado y el dar sin esperar recibir nada a cambio. Solo así nuestra entrega será total, "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único para el que todo el que crea no perezca sino que tenga vida eterna"

   Pienso que todos tenemos algo de ese Hijo Mayor también, el problema que se plantea es, ¿Me dejo llevar por los pensamientos malignos que a mi mente vienen, o los deshecho e intento hacer lo que debo? Creo que esa debe ser la diferencia entre él y nosotros. No solo sintió envidia por el recibimiento de su hermano, sino que se dejó llevar por esa ira y rencor reprochando a su padre y dejándose dominar por ella. Yo puedo tener en mi mente, en ciertos momentos pensamientos indignos, quizás llenos de soberbia, de orgullo, de rencor...pero si inmediatamente soy consciente de ello e intento apartarlos sin dejar que me dominen, solo entonces, habré dejado de un lado esa actitud de Hijo Mayor y me habré acercado al Padre. Ese Padre que nos busca, que nos ama, que nos quiere en casa y que no descansa hasta que estamos con Él.



martes, 11 de septiembre de 2012

Querida Amparo

   Ayer enterraron a un ser especial, una persona que vivía muy cerquita de Dios y que ha dejado un ejemplo para cualquier cristiano. No la conocía en persona, pero tan solo con lo que su hija me contaba era como si de un familiar cercano se tratara. Fue una persona con una fe increíble, de esas que están tocadas por la mano de Dios y que con tan solo su presencia la paz se respira sin necesidad de ir a ningún sitio a buscarla.

   Cuando muere alguien en esas condiciones se suele decir que ha padecido una enfermedad.En este caso no se puede decir eso, porque vivió su enfermedad como un paso más para el encuentro con Dios, no se resignó sino que llevo su sufrimiento con entereza, dando fuerzas, amor y esperanza a su familia. No dejó ninguno de los días que estuvo ingresada de recibir el Cuerpo de Cristo. Era un santa pero con todas las letras.

   No puedo transmitir con palabras lo emotivo que fue la misa de su funeral. esa paz que transmitió en vida, se respiraba en esa Iglesia, donde habían lágrimas pero no de esas desgarradoras de dolor por la perdida de un familiar, sino de una emoción de lo que allí se estaba viviendo. Su familia más que nadie, era conciente de que, aunque parecía contradictorio había llegado el momento de empezar su vida al lado de Cristo. Había realizado el camino de preparación en la tierra de una forma consciente y sabiendo que lo de aquí es transitorio y que le esperaba la verdadera vida, yo creo que casi todos los que nos reunimos a despedirla teníamos esa sensación.

   Fui a es entierro muy preocupada por su hija, ha sido ejemplar, no se ha separado del lado de su madre ni un segundo. Ella recibía las noticias malas y ella compartía el dolor con su madre. Pero en el funeral mi perspectiva cambió, y por la tarde pude confirmarlo. Me maravilló un mensaje suyo en el que me invitaba a rezar Vísperas con mis queridas amigas las Carmelitas. Fue entonces cuando fui consciente de lo santa que es su madre, que le ha transmitido toda la fuerza desde el cielo para que su hija, no solo no se derrumbe sino que refuerce su fe de una manera asombrosa.

   Descanse en Paz


jueves, 6 de septiembre de 2012

Remar Mar Adentro

   Dice Pedro: "Maestro hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; pero en tu palabra echaré las redes"  Cuantas veces me pregunto ¿por qué me pasa esto Señor? o ¿Por qué me pides esto Señor? Dudo de los designios divinos porque pienso que aquello que me pide Él parece imposible de soportar o de realizar. Nunca dijo que fuera fácil remar mar adentro. Caminar con paso firme y seguir al Señor es un estilo de vida, un camino de perfección que nunca acaba.

   Hacer lo que es su voluntad, poner mi confianza en sus designios y no cuestionar sus decisiones...es todo eso que Jesús me dice hoy en este Evangelio. Para ello debo asumir las dificultades, hacer un esfuerzo, remar contracorriente, soportar vientos y tempestades, y solo así, buscando el apoyo de Jesús y abandonándome plenamente a Él, podré pasar de la oscuridad a la luz. Un mar sin peces se transforma en un mar fecundo solo porque Jesús así lo quiere. Eso es una perfecta metáfora de lo que le pasó a mi vida cuando Jesús entró en ella. Cuando soy capaz de acoger su presencia con los brazos abiertos, el Señor me sostiene con su amor y me ilumina con su presencia.

   No dejes que en el atardecer sienta la oscuridad y déjame que cada día me sienta más cerca de Ti. Quédate conmigo Señor, porque eres mi luz y sin ti me encuentro en tinieblas, solo Tú me sabes amar. Confiaré en ti, porque solo Tú tienes palabras de vida eterna y porque me dices que quien cree en Ti no muere



martes, 4 de septiembre de 2012

El Hijo Menor (I)

   Estoy leyendo un libro muy revelador, uno de esos que cualquier cristiano debería leer, "El Regreso del Hijo Pródigo". En él, se analiza la obra de Rembrandt, los personajes y la escena. Lo primero que piensas es, ¿Con cuál de estos personajes me identificaría? Para el que lo empiece a leer que no caiga en este error, debes de ir más allá y llegar hasta donde el autor quiere que lleguemos. No lo he terminado pero por lo que llevo, entiendo que nos marca las etapas por las que puede pasar cualquier persona que quiera seguir a Cristo, y dejando claro que el fin al que debemos aspirar es el parecernos a la figura del Padre que arropa a su hijo menor. 

   Hoy me centro en la figura del hijo menor. Al principio pensaba, yo no me identifico con este personaje, porque lo veía a grandes rasgos. Me explico. El hijo que teniendo todo en la casa del padre se marcha para luego regresar avergonzado. Inmediatamente, mi primer pensamiento ha sido, yo no he estado nunca en la casa del Padre. A pesar de educarme en un colegio religioso e ir a misa y estar en un grupo de jóvenes unos diez años, no amaba a Dios, no sentía a Jesús en mi corazón ni sabía apreciar lo que significa una Eucaristía. Entonces, ¿Cómo voy a regresar si nunca estuve? Pero luego el autor, va desenmascarando la personalidad de este personaje, y me doy cuenta que hay matices muy significativos que me acercan a esta figura.

   Entiendo que Jesús está en nuestro corazón y que solo por el simple hecho de ser bautizados entramos en la casa de Padre. Luego decidimos si permanecemos o nos vamos. No es un estado del alma continuo, ante determinados comportamientos nos alejamos de ella, aunque si tenemos una fe sólida y reconocemos nuestros errores, mediante la confesión volvemos  a reconciliarnos con el Padre. Ha habido algo que ha hecho saltar una alarma en mí. Hace días que sufría ante comentarios de la gente, sin darme cuenta que fijando mi corazón en estas cosas me alejo como hijo amado, porque lo único verdaderamente importante que debe preocuparnos es como nos ve Dios, lo demás es secundario y banal, porque, ¿A quién pertenezco, a Dios o al mundo?

domingo, 2 de septiembre de 2012

Señor, tú me conoces

   No hay nada mejor ni más gratificante que el sentirte en paz con Dios, hoy por fin he podido confesar, ¡MAÑANA PUEDO COMULGAR! Ese gozo que siente mi corazón creo que no es comparable con nada. He llegado con la inquietud de que mi confesor habitual no estaba pero convencida que estuviera el que estuviera pensaba confesar, ya era demasiado tiempo encontrándome herida y de lo que es peor sintiendo haber herido al Señor. La alegría de hoy ha sido doble, el sacerdote habitual con el confieso ya estaba en la Iglesia. Estaba muy atareado pero a pesar de todo y al acabar la misa ha tenido tiempo para mí. Allí en un banco sentada y enfrente del Altar he podido comprobar el poder sanador y la fuerza que irradia, y los enormes beneficios de la Confesión.

   Creo firmemente que si más gente acudiera a este gran Sacramento e hiciera uso de estos grandes psicólogos que son los sacerdotes, no les haría falta pagar a nadie para que les escucharan. Me he quitado esa pesada losa que tenía encima y mañana estoy preparada para el mejor momento del día, recibir a Cristo, su cuerpo, presente en cada Eucaristía, y lo único realmente importante que allí se celebra. Jesús sacramentado que viene a recordarnos que está vivo y que se encuentra entre nosotros. 

   Me quedo con otra parte de la Eucaristía, una Homilía maravillosa, que hoy tenía un mensaje para mí: La impureza no viene del exterior sino del interior. Lo que viene de fuera no es lo que mancha a los hombres, lo que si que mancha es un mal corazón o un corazón retorcido. Podemos engañar a la gente con nuestro exterior, pero no podemos engañar a Jesús, porque el sondea y conoce nuestro interior. Me quedo con este párrafo de ese salmo tan bonito que dice: 

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento y me levanto,
de lejos penetras mi pensamientos,
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Lámpara Apagada

"Por tanto velad, que no sabéis el día ni la hora"

   Llevo desde el domingo sin alimentarme con el Pan de Vida, no estoy en gracia, después de unos días complicados, han venido otros, distintos, pero que me han hecho comprender que mis heridas aunque cerradas han dejado una cicatriz, y que como dice la sabiduría popular ante determinados cambios de tiempo, duelen.

   He bajado a misa, pero como no estaba en gracia había algo que me empujaba a no entrar en la Iglesia, creo que el demonio también se encuentra ahí alerta para recordarnos que no somos inmunes, que somos seres imperfectos y que él más que nadie, sabe de nuestras flaquezas, de ellas se aprovecha para que nos rebocemos por el lodo y nos sintamos en determinados momentos indignos de Cristo. De repente ha sonado el móvil, alguien desde el otro lado y con un simple sms me ha recordado algo que dice el Evangelio: "No necesitan médicos los sanos sino los enfermos". Entonces, he parado, y he mirado a mi interior, no al dolor físico que tenía, ese lo curan las pastillas, sino a la algarabía de voces de mi interior que colapsaban mi mente y pudrían mi alma, y he pensado, ¿Qué soy Señor? Un enferma. Normalmente cuando llego a la Iglesia entro con una gran alegría a ella, pero hoy entraba sin ganas, cabizbaja y con mis ojos enjugados en lágrimas. Me he sentado allí en un banco cualquiera pensando que mi paz volvería, pero mentiría si dijera que así ha sido. No me he enterado de nada, apenas tenía fuerzas de mirar el Sagrario. Cuando toda la gente se levanta a comulgar, yo me he quedado sentada, me sentía avergonzada. Es raro, desde que llevo yendo a misa regularmente, nunca he sentido vergüenza de ir ante el Señor, pero en cambio, en las pocas ocasiones que me he quedado sin comulgar, si que he sentido, el pesar de un hijo que ha ofendido a su Padre y no es capaz de mirar a los ojos.

   Es en esos momentos, cuando he comprendido lo que realmente necesito a Jesús en mi vida, que aún estoy en ese camino de lucha diaria por ser una persona auténtica, también sé que el Señor en su infinita misericordia sabrá reconocer mi humildad, y no debo parar de decirle: Soy lo que soy Señor, tengo un montón de cosas buenas, pero tengo otras muchas en las que debo mejorar, y te necesito a ti Dios mío y a otras tantas personas de mi alrededor para crecer espiritualmente. Haz que valore lo bueno de mí y deje de fijarme en lo malo, que me aleja de ti y me acerca al maligno.

  He empezado, con esta frase del Evangelio de hoy, porque si viniera el Señor me pillaría durmiendo sin aceite para la lámpara. Lo tomaré como un aviso suyo pidiéndome vigilancia y esfuerzo fervoroso para su llegada. Sé que mi disponibilidad interior no es la adecuada, pero también sé que mi corazón está abierto al encuentro con Dios.