Dice Pedro: "Maestro hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; pero en tu palabra echaré las redes" Cuantas veces me pregunto ¿por qué me pasa esto Señor? o ¿Por qué me pides esto Señor? Dudo de los designios divinos porque pienso que aquello que me pide Él parece imposible de soportar o de realizar. Nunca dijo que fuera fácil remar mar adentro. Caminar con paso firme y seguir al Señor es un estilo de vida, un camino de perfección que nunca acaba.
Hacer lo que es su voluntad, poner mi confianza en sus designios y no cuestionar sus decisiones...es todo eso que Jesús me dice hoy en este Evangelio. Para ello debo asumir las dificultades, hacer un esfuerzo, remar contracorriente, soportar vientos y tempestades, y solo así, buscando el apoyo de Jesús y abandonándome plenamente a Él, podré pasar de la oscuridad a la luz. Un mar sin peces se transforma en un mar fecundo solo porque Jesús así lo quiere. Eso es una perfecta metáfora de lo que le pasó a mi vida cuando Jesús entró en ella. Cuando soy capaz de acoger su presencia con los brazos abiertos, el Señor me sostiene con su amor y me ilumina con su presencia.
No dejes que en el atardecer sienta la oscuridad y déjame que cada día me sienta más cerca de Ti. Quédate conmigo Señor, porque eres mi luz y sin ti me encuentro en tinieblas, solo Tú me sabes amar. Confiaré en ti, porque solo Tú tienes palabras de vida eterna y porque me dices que quien cree en Ti no muere
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