ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







lunes, 24 de septiembre de 2012

Luces en la Oscuridad

   Hay signos que se repiten en los textos y que marcan nuestras creencias. Yo siempre me quedo con el agua, la luz de una vela, el pan y el vino. Son esenciales en la mesa de un altar. Si unes esto a la Palabra de Dios y la presencia de uno de sus pastores, ¿Qué más necesitas? Hoy el Evangelio nos compara con una lampara de aceite, con la luz, esa que está presente siempre ante el Sagrario y en la mesa del altar. Hay algo que a mí personalmente me asombra. Como cambia el altar cuando es iluminado. Aunque si me tengo que quedar con una imagen, me quedo con la Iglesia apagada y solo la luz del Sagrario, si no lo habéis experimentado, intentarlo, es un ejercicio de introspección total.
   Cuando veo las velas iluminadas no puedo más que pensar que yo soy una de esas velas. No hace mucho, casi un año, apagada, nada ni nadie hacía que diera luz, no tenía cera, el producto necesario que hace que la vela se encienda y se mantenga encendida. Era un objeto inservible. Después llego Cristo a mi vida, se convirtió en la cera que me permitió arder o en el aceite que le hacía falta a esa lampara para iluminar. Y de repente la oscuridad desapareció y se tornó claridad. Me prometió felicidad pero a cambio de sacrificios y renuncias. Hasta entonces pensaba que lo tenía todo y no entendía como podía ser el ser más infeliz de la tierra. Después empecé a seguir a Jesús, y me hablaba de aceptar las cruces y seguirlo, que el sufrimiento es algo maravilloso si lo ofreces. Pensé menuda propaganda para tener seguidores. 

   Pero comencé a dejar que su Palabra calara en mi alma y mi corazón, dejé que su cera encendiera mi llama. Comprobé por mi misma que es maravilloso aceptar los lances que la vida te da, sin intentar frenarlos, sino dejando que Cristo me ayudará. Y no sé como, caí rendida a sus pies. Es extraño, pero me enamoré perdidamente. Y como la lámpara de ese texto, no puedo sentirme más que afortunada y agradecida, porque soy luz encendida por Jesús para llevarla al resto del mundo. Confío en no defraudarle y no dejar de cuidar esa llama que solo de mí depende que siga dando luz a la humanidad.




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