ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







sábado, 1 de septiembre de 2012

Lámpara Apagada

"Por tanto velad, que no sabéis el día ni la hora"

   Llevo desde el domingo sin alimentarme con el Pan de Vida, no estoy en gracia, después de unos días complicados, han venido otros, distintos, pero que me han hecho comprender que mis heridas aunque cerradas han dejado una cicatriz, y que como dice la sabiduría popular ante determinados cambios de tiempo, duelen.

   He bajado a misa, pero como no estaba en gracia había algo que me empujaba a no entrar en la Iglesia, creo que el demonio también se encuentra ahí alerta para recordarnos que no somos inmunes, que somos seres imperfectos y que él más que nadie, sabe de nuestras flaquezas, de ellas se aprovecha para que nos rebocemos por el lodo y nos sintamos en determinados momentos indignos de Cristo. De repente ha sonado el móvil, alguien desde el otro lado y con un simple sms me ha recordado algo que dice el Evangelio: "No necesitan médicos los sanos sino los enfermos". Entonces, he parado, y he mirado a mi interior, no al dolor físico que tenía, ese lo curan las pastillas, sino a la algarabía de voces de mi interior que colapsaban mi mente y pudrían mi alma, y he pensado, ¿Qué soy Señor? Un enferma. Normalmente cuando llego a la Iglesia entro con una gran alegría a ella, pero hoy entraba sin ganas, cabizbaja y con mis ojos enjugados en lágrimas. Me he sentado allí en un banco cualquiera pensando que mi paz volvería, pero mentiría si dijera que así ha sido. No me he enterado de nada, apenas tenía fuerzas de mirar el Sagrario. Cuando toda la gente se levanta a comulgar, yo me he quedado sentada, me sentía avergonzada. Es raro, desde que llevo yendo a misa regularmente, nunca he sentido vergüenza de ir ante el Señor, pero en cambio, en las pocas ocasiones que me he quedado sin comulgar, si que he sentido, el pesar de un hijo que ha ofendido a su Padre y no es capaz de mirar a los ojos.

   Es en esos momentos, cuando he comprendido lo que realmente necesito a Jesús en mi vida, que aún estoy en ese camino de lucha diaria por ser una persona auténtica, también sé que el Señor en su infinita misericordia sabrá reconocer mi humildad, y no debo parar de decirle: Soy lo que soy Señor, tengo un montón de cosas buenas, pero tengo otras muchas en las que debo mejorar, y te necesito a ti Dios mío y a otras tantas personas de mi alrededor para crecer espiritualmente. Haz que valore lo bueno de mí y deje de fijarme en lo malo, que me aleja de ti y me acerca al maligno.

  He empezado, con esta frase del Evangelio de hoy, porque si viniera el Señor me pillaría durmiendo sin aceite para la lámpara. Lo tomaré como un aviso suyo pidiéndome vigilancia y esfuerzo fervoroso para su llegada. Sé que mi disponibilidad interior no es la adecuada, pero también sé que mi corazón está abierto al encuentro con Dios.

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