ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







martes, 18 de septiembre de 2012

Levántate

   Entro en el Instituto, son las 8.20, sé que el día no va a ser fácil. Con todos los cambios y el inicio del nuevo curso todo el mundo anda alterado de un lado a otro, nada ni nadie estamos en nuestro sitio, todos desubicados y los alumnos con pocas ganas de empezar a trabajar. En medio de ese caos yo me siento segura. He empezado mi día con una buena charla y oración con el Señor. Es el mejor momento del día, cuando el alba despunta y el silencio domina las calles, en medio de esa tranquilidad, es donde mejor puedes concentrarte en tu encuentro diario con Él.
   
    Entro al aula, y me quedo mirando a los chicos, y pienso, ¡Dios Mío, ayúdame! No me da miedo enfrentarme a ellos, lo que me da pánico es fallarles, no estar a la altura. Este año me ha tocado un grupo complicado, son 16 alumnos con necesidades educativas especiales. Entre ellos tengo a cuatro marroquíes, un rumano y una chica hiperactiva medicada. El Señor me ha regalado un gran reto este curso, tienen niveles de conocimiento muy dispares y no sé como enfocar mis clases, pero siento la fuerza de que Él me da cada día. Me paso dos horas seguidas explicando algo muy sencillo, pero les cuesta mucho, las voces resuenan en el aula precisando mi ayuda, y pienso que no voy a poder. De repente, Jesús me susurra en mi oído, "Te lo digo a ti, levántate". Han habido varias veces que me he sentido tentada a perder la paciencia y faltar a la caridad, solo la firmeza y la serenidad que he intentado exteriormente transmitir, puede provenir del amor desmesurado de Cristo.

   Llego a casa a las 14.50, entro por la puerta sin apenas fuerzas, mi mente está colapsada. Después en la Iglesia todo cambia, siento que el me entiende y me escucha, no hubiera podido sobrevivir de otra forma a este día. Todo cambia. al terminar la Eucaristía.  El sacerdote nos desea algo que he notado todo el día, y que llevo sintiendo desde hace mucho tiempo: "Que la fuerza del Sacramento que hemos recibido nos acompañe, y no el sentimiento, que es algo efímero". Así sea.



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