- Hoy he hecho algo muy malo he dicho muchas palabrotas así que he venido con el cura para pedir perdón- ha susurrado un angelito desde el primer banco de la Iglesia.
- Bueno no pasa nada, es lo bueno que tiene el Señor que si te arrepientes de verdad y le pides perdón, el te perdonará, porque no tiene cuenta del mal- le he contestado yo.
-Entonces, ¿puedo comulgar?- ha dicho muy preocupada
- Claro, al pedir perdón de corazón al Señor y cumplir la penitencia, lo que te ha dicho el sacerdote que hagas, Dios te perdona- me miraba muy fijamente.
- Sí, sí, he rezado un Padrenuestro, es lo que me ha dicho, es que Roberto me pone nerviosa, es mi hermano sabes, y no me quiere dejar la Biblia para venir a catequesis, me quiero confirmar, al decirme que no, le he insultado- ha dicho mirando al suelo avergonzada.
- Bueno, ahora cuando comulgues, el Señor se quedará contigo en tu corazón el te dará las fuerzas para que no vuelvas a perder los nervios con tu hermano, yo te dejo mi Nuevo Testamento.
Así ha comenzado mi misa de hoy. Muchas veces el Señor no se vale de los más capaces, ni de los más inteligentes, sino de aquellas personas más débiles que quieren acercarse a Él. Se vale de ellos, en este caso una niña con 17 años y una edad mental de 12, para que personas como yo nos llenemos de Él y podamos verlo, y nos demos cuenta que Dios habita en todos y despierta en todos el deseo de Él.
- No sé contestar en misa ni muchas de las oraciones- dice al final de la misa ruborizada.
- Si quieres el viernes por la tarde las repasamos juntas- le he dicho.
- Alaaaa me encantaría- dice con una sonrisa grande- y ¿cuándo podré ayudar al cura en misa?
- Cuando estés preparada
- Bueno pues el viernes no vemos, ¿vale?
- Claro, no lo olvido
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