Ante ti Señor y sabiéndome toda tuya, me postro. Solo Tú sabes de mis pensamientos mas profundos, de mis flaquezas y de mis alegrías. Me enseñaste donde residía la felicidad y como no hay que alcanzarla sino sentirla y vivirla en tu amor, mostrándome que en mitad de las vicisitudes uno podía ser feliz, solo tenía que mirarte a Ti en la cruz. Cada vez que allí te veo me olvido por completo de todo, y lo más grande parece lo más pequeño, y lo más abrupto parece lo más llano, y lo más inalcanzable lo veo en la yemas de mis dedos.
Ahora que sabes que mi cabeza está llena de preguntas, muéstrame el camino correcto, no aquel que parece mas corto y fácil, sino el que tu quieras que siga, por muchas piedras que me encuentre en el camino. Tú me darás el aliento para caminar y Tú te convertirás en ese bastón en el que apoyarme cuando una y otra vez crea caer. Vencida pero alegre, sabiéndome amada y cuidada por Ti, sé una vez más mi acompañante en estas sendas, para no verme sola en este largo caminar.
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