Con el cambio de hora, solamente hay una cosa que me complace, rezar por las mañanas viendo como los rayos del sol, empujan con todas sus fuerzas en el horizonte y las tinieblas dan paso a la luz. Al mirar ese horizonte ha sido un momento especial, en el que he sentido como Dios había hecho un mundo tan perfecto que es evidente que no ha podido crearse al azar. Todo encaja perfectamente para que nosotros, los hombres, podamos habitar en él. En ese momento que miraba el cielo y los rayos penetraban en cada poro de mi piel, he sentido el gran amor que nos tiene Dios, y como nos ha mimado en cada cosa que ha creado, y que con esa gratitud nos ha regalado. También he sentido la insignificancia de mi vida, comparada con la eternidad. Todo estaba antes de que yo llegara y todo quedará cuando mi pies dejen de caminar por esta tierra.
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