Entre las cosas que hoy dice el Señor me llama la atención esta frase: "el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna".
Debemos ser conscientes que no solo hay que leer, además hay que interpretar la Palabra de Dios para poder llevarla a nuestra vida diaria. Tener muy presente que el Evangelio sana, es inmortal, y tiene la misma aplicación ahora que cuando predicaba Jesús. La lectura y meditación de la Palabra nos abre las puertas de la vida eterna, porque es fuente inagotable de vida.
Jamás pensé que en la Palabra estaría la respuesta a muchas dudas y preguntas sobre mi vida. Hay veces que te encuentras en un periodo de oscuridad y te preguntas, ¿Dónde estás Señor? Es fácil olvidarnos que siempre nos acompaña, que está a nuestro lado. Cuando esto ocurre, la mejor medicina que puede haber, es refugiarte en sus brazos, y una de las mejores formas que yo conozco es coger el Evangelio; en él, el Señor nos ofrece apoyo espiritual, solo tienes que dejar que sus palabras penetren en tu alma y tu corazón.
Desde que me refugio en el Señor, y medito atentamente su Palabra encuentro que mi día a día es más fácil, siento que se comunica conmigo. Ayer al acabar la misa, me quedé en el banco mirándole, me sentía insignificante es su presencia, pero al mismo tiempo, experimenté ese consuelo que pedía entre gritos de silencio, tan solo me bastó con postrarme ante su infinita misericordia.
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