El AGUA es necesaria para la vida, las primeras
civilizaciones de la historia surgieron en torno a los ríos, ha sido símbolo de
vida, puesto que aportaba lo necesario para el desarrollo de la humanidad.
JESÚS, que ha sido el auténtico MAESTRO de la historia, sabía la importancia de
este elemento, sobre todo en estas sociedades basadas en la agricultura y
ganadería, así que ha utilizado en multitud de ocasiones este bien básico para
realizar comparaciones con la vida espiritual de las personas, haciendo que así
que comprendieran lo que quería trasmitirles.
El alma de las personas es como un
terreno de cultivo, necesita de los cuidados para que pueda dar su cosecha,
pero además de cuidarlo, necesita ser regado. Tú puedes cultivar el
cuerpo, la mente y el alma de muchas formas. La que me importa que es
el alma, la cultivamos de muchas maneras, pero sobre todo, mediante la ORACIÓN y la EUCARISTÍA. Pero no basta solo con eso, es decir, tú puedes orar sin orar, puedes asistir a la Eucaristía sin asistir. ¿Cuál es la clave? Para mí
esta claro, dejar que el poder vivificante de Dios penetre en nuestra alma como
si fuera un torrente, y para eso debemos poner de nuestra parte, de lo
contrario, corremos peligro de que la sequía también se apodere de nuestro ser
convirtiéndonos en estériles espiritualmente.
No
podemos esperar que todo lo haga el Señor, debemos abrir nuestro corazón para que el agua circule libremente, nos sane y haga brotar
buenos frutos del interior
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