Hoy es un día de esos que me ha dado por pensar, bueno la verdad desde ayer. A pesar de las múltiples cosas que tengo que hacer no sé porque mi mente se ha tornado en rebeldía. Es un día de esos que mis pensamientos no acompañan a mis actos, eso me hace desesperarme. Tengo esa sensación horrible, y poco caritativa que me paso lo mayor parte del tiempo haciendo las cosas que debo y no que quiero. Que no sé si vivo de la forma que me gustaría vivir o la que me marca la sociedad en la que estoy inmersa. Hay ratos que me ha parecido incluso que me faltaba el aire y me costaba respirar. Entonces, esa voz que nunca deja que me rinda me ha recordado donde residía la verdadera libertad, aquella que nadie me podrá arrebatar y que muy pocos pueden sentir.
A pesar de eso, he seguido abatida. El problema es que a veces olvido que mi cuerpo es solo el que vive en la tierra y que mi alma y mi mente, no pertenecen a la esfera perceptible por los sentidos, sino que está en manos de Dios. Él es el único que me ofrece descanso. En días como hoy, yo misma me bloqueo, y dejo de percibir esa paz, y esa libertad imperecera. Siento que he perdido mi esencia como persona, aquella que me definía y que ahora noto muy lejos. Que amar como amo yo, es maravilloso, pero que me ha llevado a renunciar a cosas a las que no daba valor, pero que al perderlas he sido consciente de lo importante que eran para mí.
También sé que el camino que lleva a Jesús no es el fácil, por eso muy poca gente transitamos por él, hay que renunciar a muchas cosas. Ahora cada paso que doy lo medito, y tengo en cuenta que haría Él.