ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







domingo, 6 de mayo de 2012

La vid fructífera

   Hace no mucho, aunque parece que fue hace un siglo, comencé a sentir que mi vida se paraba, estaba totalmente sin rumbo. Me empecé a  preguntar sobre el sentido de mi existencia, y me di cuenta que estaba perdida en la vida y que las cosas que a todo el mundo le hacían feliz, a mi no me llenaban. Me sentía como ese sarmiento que se está secando, y que solo faltaba echarlo al fuego.

   Cuando empecé a descubrir que el verdadero sentido de mi vida estaba al lado de Dios, me di cuenta de lo que dice el Evangelio:

"Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”.

   ¡Qué gran verdad! Ahora veo que sin Él no sería capaz de seguir adelante. Solo con la unión con Cristo y con  mi vida en la comunidad eclesial he sido capaz de rehacer mi vida, huir del pesimismo crónico y volver a la alegría. Después de confesar un día y otro día y al fin contar aquello que me atormentaba, he ido notando como la savia fresca de Jesucristo iba haciendo que brotara mi interior y que todo empezara a cobrar sentido. Empecé a sentirme como el sarmiento que da fruto en abundancia, e intento que ese fruto pueda ser aprovechado por otra gente.

Me siento orgullosa de ser cristiana, y quiero no solo proclamarlo, también demostrarlo. Quizás por medio de mis obras acerque a otras personas al Señor. Como diría San Pablo:

“Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.”

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