"Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos"
Si tuviera que elegir una frase del Evangelio que definiera la esencia de todo cristiano, sin duda sería esa. El amor y la entrega gratuita, sin medida. La que nos da Él. No pide nada que no nos haya demostrado con creces. Creo que cada momento de mi vida debo de ser consciente de que soy una elegida y que no puedo sin más rendirme y abrazarle. He sido elegida para ir y dar fruto, y que ese fruto dure. Es decir el ser elegidos por Él tiene que ir acompañada de la entrega generosa y libre de nuestra parte. Además, "responder a la llamada de Cristo" no significa solo hacer coincidir mi actuar, pensar y desear con su voluntad, sino que requiere un constante ejemplo de amor. Amor que confirmo día tras día en cada actividad de mi vida.
Solo un amor constante a Él es auténtico. El amor a Cristo y su entrega a Él y al prójimo, es como el amor en el matrimonio: Si su amor no decae, sino que afrontan y resisten las dificultades de la vida, a pesar de los golpes y de los ataques. Ese amor se fortalece, se purifica, se vuelve poco a poco más fuerte.
Hay que amar hasta el extremo, como Él lo ha hecho. Eso implica vivir poniendo por delante, antes que todo el amor. Poner la caridad antes que nada, haciendo de ella nuestra principal motivación. Debemos examinar bien cada uno de nuestros actos para descartar de ellos cualquier otra motivación egoísta e interesada. Dice San Agustín: "Ama y haz lo que quieras"...no merece la pena hacer nada si en ello no hay AMOR.
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