Con la llegada de Pentecostés estamos experimentando unos
Evangelios preciosos, en los que Jesús reza a su Padre por el cuidado de
nosotros, aquellos que formamos parte de la Iglesia, y que intentamos seguir a
Jesús con su ejemplo de vida. Son unos días maravillosos e importantes, hasta
este año no era consciente del significado que tienen, y eso ¿Por qué? pues es
evidente, hasta no hace mucho no me sentía parte de la Iglesia, de esa gran
familia que me ha devuelto las ganas de vivir. He sido una de esas personas
afortunadas tocada por la gracia del Espíritu Santo, y tengo claro que no estoy
aquí por casualidad. He conocido a Jesús porque es su deseo. Me ha elegido
escuchando las peticiones de miles de personas que pedían porque otros muchos
que no conocíamos a Jesús, llegásemos a amarle.
Resulta muy consolador leer cómo Jesús pide por todos los
que creerán en su nombre. Ante el Señor, y en su diálogo con el Padre, no están
sólo sus apóstoles sino también todos los que entramos a formar parte de la
Iglesia. En la oración de Jesús he descubierto la importancia de seguir rezando
por todos los hijos de la Iglesia pero haciendo hincapié por aquellos que están
llamados a incorporarse un día. Debo de pensar en toda esa gente que está en
una situación límite como estaba yo, y necesitan de encaminar sus vidas.
Jesús nos invita a amar incondicionalmente y a fortalecer
los lazos de unión con nuestros hermanos, y así conseguiremos una unión más
perfecta con la Santísima Trinidad. Estos días más que nunca oremos por la
Iglesia, porque sin ella no somos nada.
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