ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







miércoles, 16 de mayo de 2012

Dios = Vida


   El cambio radical de mi vida, no ha ocurrido solo porque ahora voy a misa y antes no. Hay veces que uno va a misa todos los días como una costumbre, lo mismo que comer o dormir. No tiene ningún significado. A mi me ha ocurrido algo muy extraño. El Señor ha inundado todas las facetas de mi vida, me he quedado tan enganchada a Él, que el día que no puedo ir a misa, ese día no me ha merecido la pena levantarme.

   Antes pasaba muchas veces por la puerta de la Iglesia, a veces entraba, otras pensaba ir pero siempre había algo que me echaba atrás. Creía que Dios estaba conmigo si me ocurrían cosas buenas, cuando empezaron los problemas me pasó como a muchos católicos, pensé que Dios se había olvidado de mí.  Era como si la acción del Padre fuera el mantenerme sana y con acontecimientos buenos. Cuando me puse mala y más tarde vinieron otros problemas empecé a pensar que Dios se había marchado, que no se acordaba de mí, y en momentos de desesperación lo llegué a ver hasta cruel. Pero jamás llegué a desvincularme de Él, siempre había algo que me hacía volver a casa del Padre. Aunque intentara revelarme algo dentro de mí me llamaba a regresar.

   Un día, quizás ya al borde de la desesperación volví a misa, quizás de forma egoísta y pensando que allí encontraría consuelo o que el Señor me ayudaría a resolver todo aquello que me atormentaba. Es verdad, fue así, pero no como yo imaginaba. No encontré una solución a mis problemas, lo que Dios me enseñó es que sufrir, es algo que es maravilloso si sabes que ese sufrimiento puede ayudar a otra gente. Cuando el Espíritu Santo inundó mi ser, me di cuenta que la vida terrenal es solo pasajera, por tanto también el sufrimiento, y que solo por estar con el Padre en la verdadera vida merece la pena cualquier tribulación con la que nos encontremos.

   Ahora hay días muy malos, y a veces en la Eucaristía estoy ausente, pero incluso en esos días necesito acercarme al Gran Banquete, y participar de su cuerpo y sangre. Allí soy consciente, que para alguien fui tan importante como para dar su vida por mí.

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