Sabía que su opinión podría acarrearle la prisión e incluso la muerte, así fue, pero él no dudo en decir lo que creía que era correcto. Su vida fue todo un servicio a Jesús, vino delante de él anunciándolo, tuvo en honor de bautizarlo, aunque el mismo decía que no era digno ni de desatarle las sandalias. Se definió así mismo como la voz que clama en el desierto. Y así era, una voz que clamaba su amor por Jesús. Ya en el vientre de su madre saltó de gozo al ver a María que ya esperaba a Jesús.
También como cualquier santo tuvo su época de dudas estando en la cárcel y mandó a sus mensajeros para asegurarse que era Jesús el que andaba por la tierra. Todos buscamos a Crsito en algún momento de nuestras vidas, los más afortunados lo sienten en su corazón cada segundo. Aunque la duda es humana. Ya sabéis solo la perfección está en Cristo. Este fin de semana me voy a reencontrarme con Él. El lunes os cuento qué tal mis ejercicios.
Espero sacar mucho fruto de ellos, porque quiero seguir siempre a mi conciencia, auqnue suponga una lucha diaria. Ser una persona de
principios y no una veleta que se acomode a las exigencias pasajeras del
entorno social. Mantener la voluntad del Señor como
norma suprema de mi vida, dejando a un lado la vanidad, la soberbia y el orgullo, es difícil pero posible porque tu gracia me fortalece, ¡nunca
dejes que me aparte de tu verdad!
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