Hay una enfermedad muy grave que se extiende por el mundo y que alcanza a todos los estratos de la sociedad y a todas las edades. Esa enfermedad es "No conocer a Dios". Nos pasamos media vida huyendo de Él, y criticando a la Iglesia por todas las libertades que quita al hombre. Nos apresa la desesperanza al intentar huir de Dios y del cristianismo. Buscamos en esa huida la libertad sin saber que nos metemos en un callejón sin salida que nos conduce a la desesperación. Concebimos a Dios como un enemigo que nos obstaculiza la felicidad, que contradictorio. Nuestro corazón sufre opresión cuando amordazamos el clamor de Dios que nos llama. Si luchas contra él, entonces tu vida se convierte en un teatro donde eres una marioneta en manos de la gente por la que te dejas llevar. Sobrellevas el tiempo pensando vivir a tope el instante sin pensar en el mañana. Los más afortunados, yo me considero una, ante este tipo de vida te planteas, ¿Para eso venimos al mundo? ¿Este es el fin de nuestra existencia? Intentas hacer lo que cualquier persona hace para sentirte integrada y acompañada, pero en el fondo del corazón sientes una soledad tan extrema que se torna en llanto ahogado. Cualquier cosa del día a día entonces nos supera. Y te preguntas y dialogas con tu interior. Ahora entiendo que lo que yo identificaba como el meditar conmigo misma, era un diálogo con Dios.
El hombre solo es completo cuando tiene el encuentro con Dios, solo el alma del hombre se alivia en Cristo. El conocer a Dios te libera, te hace entender, y entonces nos preguntamos, ¿Por qué no nos lo inculca desde que nacemos? La respuesta es sencilla para mí. El Señor cree en la libertad humana, nos ofrece el don de la fe, de conocerle y amarle, somos nosotros los que decidimos el acercarnos o alejarnos . Su metodología no es el avasallamiento ni la imposición, sino que lleva por bandera el AMOR. El nos ofrece su amor y somos nosotros los que decidimos si lo aceptamos o no. Yo he conocido las dos formas de vivir, sin Dios y con Dios, en una perdida, infeliz y desesperada. Ahora con Dios en mi vida, feliz, encaminada y llena de vida. Sentir el amor de Dios y aceptarlo no te inmuniza de nada pero te hace entender esos porqués que antes no paraban de inundar tu mente. Di SI a Dios y luego hablamos de los cambios en tu vida, segura estoy que no te arrepentirás.