Ayer terminé con un propósito claro, no sé las veces que lo incumpliré, pero hoy es un día de esos que me he sentido cerquita de Jesús. A pesar de llevar unos días revuelta y con inquietud en mi corazón ante determinados actos o pensamientos, no he dejado que el demonio se apodere, y me haga seguir errando.
Me cuesta mucho relacionarme con la gente que alguna vez me ha hecho daño, aunque haya sido de forma inconsciente. Y es que a veces pienso que soy demasiado sensible ante las palabras, me duelen más que cuchillos afilados.
Cuando dije que quería ser un testimonio de alegría para todos y en especial para los que menos me quieren o para los que me habían hecho daño, no lo decía por decir. Hoy se ha presentado esa oportunidad ante una compañera de trabajo que unos días antes de Semana Santa me hizo daño. Podía haber agachado la cabeza y pasar por su lado como si no la hubiera visto. Pero, cuando la he mirado, he sentido que Jesús decía en mi corazón, yo te perdono siempre, ¿Por qué tú no perdonas? Así que,me he parado y he puesto una sonrisa, no de esas falsas, sino de las que salen del corazón. Le he preguntado por sus vacaciones, por su vuelta y por la faena diaria.
Al despedirme de ella, he sentido una gran satisfacción de ser cristiana. Y he pensado "Ciertamente el mundo sería mejor si todos sintiéramos al Señor, si fuéramos cristianos". No es vanidad, es que yo antes de sentirme llamada por Dios, no me planteaba tanto las cosas, y aunque nunca me he considerado mala persona, si que sé que no medía las consecuencias de mis actos en los demás. Ahora intento llevar al máximo los mandamientos principales que Él nos dejó: Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo. Es una tarea primordial, no puedes amar a Dios sin amar a tu prójimo. No debo engañarme, ser cristiano es fácil, ser un cristiano consecuente con mis actos es un gran reto.
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