Los discípulos fueron los encargados de difundir el mensaje de Jesús. Ellos jamás pudieron convivir con la gran comunidad cristiana que hemos llegado a formar. Pero creyeron a Jesús, y tuvieron la gran suerte de estar a su lado. Nosotros los cristianos actuales nos pasa todo lo contrario a ellos. Nos hemos encontrado con la comunidad formada, pero no hemos visto a Jesús.
Algunos tenemos la gran suerte de reconocer el rostro de Dios, hemos sido elegidos por Dios para seguirle. Solo nos pide algo, FE. Hay que saber mirar con los ojos del alma, y alimentar esa FE, porque es algo que solo crece cuando se cultiva y se comparte.
Se cultiva con la ORACIÓN y la EUCARISTÍA , es el alimento del alma, y lo que nos hace unirnos al resto de la Comunidad. En la oración comunico al Señor mis anhelos y preocupaciones encomendándome a Él. Le doy gracias por todo lo bueno que me ofrece cada día. Además en días que estoy inquieta me ofrece consuelo y paz. La EUCARISTÍA completa mi oración. Es mi porqué de muchos días malos, y cuando me quedo sin ella, me falta la parte más importante del día. La tercera parte importante que me completa, es llevar la ORACIÓN y la EUCARISTÍA ha mi vida diaria, es decir, intentar llevar, aunque torpemente su PALABRA a la práctica. Hay una frase muy reveladora en la segunda Lectura de hoy, que lo resume: "El que dice: “Yo lo conozco”, y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él".
En la vida he tenido que elegir, seguir a Cristo y vivir de acuerdo a sus principios que son los que verdaderamente me han hecho feliz o hacer aquello que agrada a los demás pero a mi me hacia terriblemente desgraciada. Hace tiempo que elegí lo primero, aunque ello ha significado nadar muchas veces contracorriente. Me da igual, que Dios me enseñara su rostro e iluminara mi senda supuso una oportunidad de alejarme del precipicio en el que me encontraba. No pienso desaprovechar la oportunidad.
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