Como envidio las comunidades cristianas que formaron los apóstoles.
La verdad es que lees la Lectura y te sorprende la capacidad de
desprendimiento. Formaban una verdadera familia. Consideraban a los apóstoles
sus guías en todos los sentidos de la vida. Por eso yo creo que entregarles
todos los bienes era un símbolo, con ello demostraban que su vida no era suya,
que era de Dios. Él, había dejado de pastores de la nueva Iglesia a los
discípulos. Los creyentes tenían tanto fervor y amor a Dios que se ponían en
manos de ellos. Lo único importante era alcanzar la vida eterna, y después de
eso, todo era secundario.
Los bienes sin el
amor de Dios no sirven para nada. Cuando la codicia te ciega, y tu vida gira en
torno al dinero, nunca te parece bastante, e incluso te duele desprenderte de
él. Tan malo es la avaricia, como que tu vida gire alrededor del consumismo, el
afán de comprar y comprar. Yo creo que lo primero jamás lo he sentido. Nunca he
tenido apego por el dinero ni codicia por desear más. Sí he sido consumista,
sin darme cuenta quería compensar mis carencias espirituales, con esos momentos
de felicidad efímera que te proporcionan las cosas materiales. Como era transitoria, enseguida necesitaba comprar otra cosa para sentir esa falsa alegría.
Ahora miro mi vida
actualmente y la de no hace mucho, y pienso como ha cambiado, y que orgullosa
estoy de ello. Mi vida antes era una amargura permanente, y la felicidad solo la sentía en determinados momentos. Ahora soy feliz siempre, aunque ante acontecimientos
puntuales me entristezca. La plenitud de mi vida me lo ha dado Cristo. Me
proporciona paz y felicidad las 24 horas del día.
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