ROTA Y ENTERA

El Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.







miércoles, 18 de abril de 2012

Luz y Vida

  
   Dios nos habla todos los días a través de su Palabra, y a veces de forma sorprendente te das cuenta de la respuesta de tus dudas o desvelos. Así me ha pasado hoy. Ayer después de unos días no muy buenos falté a la caridad en todas sus dimensiones, sentí rabia e ira y la proyecté hacia el exterior, me descontrolé por completo y dejé que el demonio hablara por mí. Por la tarde en la Eucaristía experimenté una vergüenza profunda nacida del alma y que se producía por una ofensa clara a Dios. La consecuencia posterior, quedarme sentada en el banco en el momento que más espero todo el día, poder participar del banquete y tomar el Pan de Vida. La vergüenza que hay gente que experimenta por levantarse a comulgar no es nada con la que se siente por todo lo contrario. Le decía al Señor te deseo con todas mis fuerzas pero sé que hoy más que nunca no soy digna de ti, casi no podía mirarle a los ojos. La desazón de mi corazón provenía no del problema en si, sino de la lejanía con la que ahora mismo veo la Luz.
   Hoy dice el Evangelio que las personas que prefieren las tinieblas a la luz, es porque estar al lado de la luz supone renunciar al pecado  y desnudar el alma. Aceptar que uno es pecador y reconocer tus ofensas al Señor es duro. Intentaré explicarlo. Jesús es un médico, cuantas veces no vamos al médico por temor, por miedo a que nos diga algo que no nos va a gustar, nos desvele una enfermedad, olvidándonos que al descubrir esa dolencia, nos ayudará a curarla. Cuando nos acercamos a Cristo tenemos miedo de mostrarnos como somos, y decirle aquello que nos duele, olvidándonos que Él no juzga ni castiga, solo quiere salvarnos.
  Solo con la luz mi vida tiene sentido, porque me indica la dirección. Ella es la que me muestra la realidad de lo que soy y hacia donde voy. Es la que me inunda de la misericordia divina. Por eso, en estos momentos que no estoy en gracia me siento perdida, la luz se encuentra lejos y debo de ir a encontrarla.

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