Hay algo que no deja de ser una constante en la Palabra de Dios, la sanación de los enfermos. Hoy pensaba, cuando iba al médico, en lo importante que es cuidar nuestra salud corporal, pero de que poco sirve al no acompañarla de la una sanación espiritual. Realmente Él es mi refugio. Me da fuerzas en unos días no muy fáciles, y que en otro tiempo hubieran sido terroríficos.
A pesar de ello, no debo bajar la guardia, ni dejarme llevar por el camino fácil. Esta tarde lo he hecho. Tenía que hacer muchísimas cosas, pero lo más sencillo era dormir. Siempre se ha dicho que quien canta su mal espanta, yo creo que en mi caso en lugar de cantar, lo cambiaría por dormir. Me he pasado largas tardes durmiendo para evitar llorar y pensar. Hoy creo que inconscientemente he hecho lo mismo. También creo que es una forma en la que el demonio me tienta, y en la que llevo algunos días cayendo.
Tampoco me desespero, sé que la sanación de las heridas del alma son las más difíciles, y que voy por el buen camino. No me revelo contra ellas, solo que duelen, y hay días que más que otros. Aunque muchos ratos necesite llorar, no debo ni voy a quejarme, porque soy muy afortunada. Ahora sé que mi sufrimiento es una bendición, porque lo puedo ofrecer. Esto ayudará a mucha gente que realmente lo necesita, y me hará ser un poco menos egoísta, y mirar más a mis prójimos.
No he de olvidar nunca que está a mi lado, además lo siento, no hace falta que le toque sus llagas. Mi vida tiene sentido ahora que el Señor se encuentra de lleno formando parte de ella. Porque la paz está conmigo
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