Cuando Cristo resucitó, se manifestó a los discípulos en varias ocasiones. En todas ellas la reacción de los discípulos es de incredulidad ante su presencia, y luego fe, y abandono en sus brazos. Ese mismo proceso es el que he vivido yo en mi corto camino de cristiana. Se presentó ante mí y no podía creer lo que me estaba pasando y experimentando, pero a continuación me abracé a él, y me di cuenta que fácil es el camino a su lado. Ahora me doy cuenta que Jesús también se aparece en mi vida. Lo veo cada día en los ojos de infinidad de personas, pero por encima de todo lo veo en los ojos de mis niños, en clase, soy muy afortunada. Cuando los abrazo, siento al Señor. Cuando les beso, siento al Señor. Cuando lloran en mis brazos por causa de los problemas de sus familias tristemente desestructuradas siento al Señor. Y Cuando simplemente buscan la atención y el cariño que no reciben en sus hogares siento al Señor.
Creo que eso también es apostolado, no solo ir a misa o rezar nos hace cristianos. Es una parte fundamental, eso sí. Yo soy consciente cuando entro a la Iglesia y me siento en ese banco que estoy proclamando mi fe. Cuando me levantó a recibir el cuerpo de Cristo estoy haciendo apostolado, diciendo, estoy aquí y no me avergüenzo de venir todos los días a misa y comulgar. Pero de nada me serviría todo eso, si mi fe no fuera acompañada de actos y obras de caridad.
Ser cristiano es un todo. Es amar a Dios, la Eucaristía y la Oración pero poniendo en práctica su Palabra en nuestra vida diaria. A mi entender la mejor forma de hacer apostolado es que, las personas que están a nuestro alrededor, vean que nuestra fe no acaba y empieza en las puertas de la Iglesia.
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